Narración
Descripción
El cofre
Regresó y
recogió sus cosas. El camino avanzaba trazando suaves curvas y las nubes
permanecían estáticas en el cielo, blancas y sólidas como algodón en rama. Muy
pronto sintió la sombra de los primeros árboles. Un pájaro salió de sus mismos
pies y se internó jubiloso entre las frondas, como en un agua verde.
Al llegar al
arroyo, se detuvo para refrescarse. El agua arrastraba multitud de burbujas de
aire, y Esteban las contempló pensativo. No podía olvidarse del extraño
encuentro ni de la responsabilidad que había contraído con el anciano al
hacerse cargo del cesto de mimbre. Era de una madera desconocida para él, y
estaba tallada con fantasía y esmero. Escenas extrañas, donde los animales
—elefantes, tigres y monos, sobre todo— se mezclaban con los hombres como si
sus asuntos no fueran distintos. En uno de los laterales una muchacha, sobre
cuyo pecho colgaba una guirnalda de flores, abrazaba la enorme cabeza de un
elefante que cerraba con dulzura los ojos, como habría hecho un muchacho al
recibir las caricias de su prometida. Al acercarse al cofre para mejor
contemplar las pequeñas figuras que lo adornaban, a Esteban le pareció que algo
se agitaba en él. Permaneció inmóvil un buen rato, escuchando atentamente con
el oído pegado a la tapa. Pero solo percibía el sonido del viento en las ramas
y el rumor del arroyo, y después de refrescarse en sus aguas, reemprendió su
camino.
Gustavo Martín
Garzo
La princesa
manca, Espasa Calpe (adaptación)